Mi mano agarra la suya tan fuertemente que es como si al soltarme fuera a caer arrastrada por la corriente, la corriente oscura de tus ojos teñidos de oscuridad, me aferro a él desesperada, pues algo en mí sabe que me sería fácil simplemente dejarme llevar. Te busco con la mirada y si te encuentro me asusto, me siento acorralada por tu simple presencia. Me oculto sabiamente tras mi disfraz de niña tímida, haciendo alarde de una gran cobardía, temiendo lo que de mí saldría si simplemente me dejase llevar por tu cercanía.
Me aferro a él, como el ancla que es en la tormenta del mar de sentimientos que corroen mi ser, que rasgan con fervor mi interior para respirar el aire candente de pasión que por horas crece en mí. Sé lo que quiero, sé que te quiero, quizás no sea amor, tal vez no tenga cabida entre las dos una historia como la de Romeo y su Julieta, pero tal vez la pasión que siento no venga guiada por el romanticismo, por las palabras de amor ni por el compromiso, tal vez sólo quiero de ti lo que puede ofrecerme tu cuerpo, tan diferente al de él que me abruma, tal vez sólo quiero sentir en mi boca la suavidad de tu lengua, rozar con fervor mis labrios con los tuyos.
El ardor de mis pensamientos sube por mi cuerpo como una ola, haciendo despertar de su somnolencia a mis perezosos pezones, que se yerguen rozando mi camisa de seda, provocando una avalancha de calor que acaricia mi entrepierna, le suelto. Le suelto para perderme en las sensaciones que provocan en mí sólo pensarte, me arrimo a la pared para poder soñar que, que mis manos acarician tu piel desnuda, que mis dedos juegan con tus pezones y les hacen tomar vida, que agarro en mis manos tus pechos y los aprieto ligeramente, que los mezo y los beso, que los chupo y te beso. Que te beso y te muerdo ligeramente el labio inferior, que gimes en mi oído, que te restriegas contra mí, que me ofreces la oportunidad de descubrirte.
Abro los ojos y todo sigue igual, la gente a mi alrededor bailando o conversando, bebiendo y bailando, te busco, inconscientemente mi mirada busca la tuya entre la multitud y te encuentra, al otro extremo de la sala, sentada en una silla, mirándome, lo sabes, sé que sabes que te he estado pensando, sé que tú también me has estado soñando. Me miras intensamente, retándome a seguir con mi fantasía, a desnudarte por completo y hacerte mía, a ser completamente tuya, como si todo a nuestro alrededor no existiese, como si follar fuera tan indispensable como respirar.
Por una noche voy a dejar de ser yo y me voy a rendir a mis fantasías, voy a hacer de la imaginación la realidad. Te miro a los ojos, viendo como brilla la oscuridad sepultada en ellos, desaparecen la pista de baile y sus ocupantes, y mi cuerpo se conecta al tuyo. Mis pezones se yerguen más, muriendo por sentir el calor de tus dedos sobre ellos, el aliento de tu boca al besarlos, suplicando la atención de tu lengua, un mordisco tuyo. Sólo una caricia, una caricia interminable sobre mi piel fría.
Te levantas y me haces un gesto con la mano para que te siga, miro a uno y otro lado y no le veo, le olvido y te sigo, me guías hasta una de las habitaciones de la casa. Entro vacilante y te lanzas sobre mí, me empotras contra la pared y me besas con anhelo, recibo con creciente excitación las atenciones de tus labios, las fantasías no le hicieron justicia a lo que siento en estos momentos.
Siento en mi piel tus manos calientes, subiendo por mis muslos, rozando tan sólo un poco mi entre pierna, siguiendo su recorrido por mi vientre, subiendo por mis pechos, deteniéndose una en mis labios, me instas a abrir la boca y se cuela uno de tus dedos por ella, le acaricio con mi lengua, lo chupo apasionantemente para acallar el gemido que me provocas al tocarme así, al frotar tu mano en mi teta por encima de la camisa, al rozar tu muslo con mi entrepierna.
El silencio suena a jadeos de excitación, a gemidos ahogados, a palabras que mueren en nuestros labios. Me quitas la camisa, que va a parar en algún lugar del cuarto, mi piel desnuda se eriza con expectación, mis pechos respiran libertan y apuntan directamente hacia tu boca, que no se hace de rogar y les ofrece la atención que demandan. Te ayudo a quitarte la holgada camiseta, mi corazón late a mil por minuto cuando te tengo desnuda frente a mí, sólo te cubre la braguita color carne, suspiro involuntariamente y se te escapa una risita, me ruborizo, de pronto caigo en la cuenta de que no sé cómo conseguirlo, cómo hacer que goces, como llevarte a donde tanto he soñado, me doy cuenta de que nunca lo creí factible, nunca pensé que te entregarías a mí, que me atrevería así.
-No sé cómo hacerlo…- te susurro al oído, aprovechando a meterme en la boca el lóbulo de tu oreja, a acariciarlo con mi lengua y mis labios. Suspiras y gimes.
-Sólo déjate llevar y haz tuyo mi cuerpo.- me dices también en susurros, robándome un beso que me deja sin aliento.
Caminamos a tientas hacia la cama, me tumbas en ella y te colocas cobre mí. Te inclinas y me besas, acariciando con tus manos mi piel fría y desnuda, te correspondo sin inhibiciones. Mis manos te recorren la espalda, me armo de valor y te aprieto las nalgas desnudas, cuánto he deseado poder hacerlo. Te doy la vuelta de repente y me coloco sobre ti, contemplo tu cuerpo desnudo, te acaricio los pechos y te los chupo, te mordisqueo suavemente los pezones erectos, bajo con mi boca trazando un recorrido por tu esbelta figura, te arqueas deseosa de más contacto. Te separo las piernas y te quito lentamente la braga, mirando directamente a las gotas de noche de tus ojos.
Teresa Casandra
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